Sé tú mismo™: cómo vestir igual sin darte cuenta
Una ironía de que, aunque se promueve la idea de "ser tú mismo" a través del estilo, muchas veces seguimos patrones por influencia de las tendencias y las redes sociales.
Ayer salí a pasear por el monte y, como acto reflejo, metí los AirPods al bolsillo para ponérmelos cuando saliera de casa. De repente, al colocarme el primer auricular, tuve un rechazo como instintivo: ¿qué hago aislándome del ruido natural que me conecta con la naturaleza?
Los guardé y durante estas dos horas, paseé, escuché a los pájaros, al aire moviendo los árboles, a las vacas pastando en las campas. La mejor playlist que una pueda escuchar.
Mi instinto fue el de aislarme, como hago en la ciudad. El de no conectar con el entorno porque, el entorno, no tiene mucho o nada que ofrecer. Pero esta realidad encierra otra muy distinta, dos caras de la misma moneda. En un momento donde, por la tecnología, vivimos más aislados que nunca, ¿por qué nuestro estilo (la moda) se ha convertido en algo tan poco personal, uniforme y sin alma?
Un lujo silencioso que ha callado todo
Confieso que he sido, y soy, fan de este estilo. Pero cuando el ethos de algo se exprime hasta la saciedad y se prostituye sin medida, acaba convirtiéndose en un monstruo sin control que poco o nada aporta a la cultura de la moda. Y eso es exactamente lo que ha pasado.
Recuerdo los años 20 con sus charlestón y las flappers. Los años 60 con la apertura del estilo boho-hippie que tantas alegrías nos dio. Los 80 con sus hombreras, y hasta los 90 dentro de su minimalismo tenían un deseo identitario, un mensaje oculto en cada corte estructurado y color neutro. Pero, estas tendencias, convivían con otras, creando un entorno rico con el que inspirarse.
Ahora, veo que el lujo silencioso ha traído una homogeneidad peligrosa. El sociólogo alemán Georg Simmel describió la moda como un fenómeno social dual que actúa como un mecanismo que regula las relaciones sociales y las jerarquías. Según Simmel, la moda permite que pertenezcamos a un grupo y, al mismo tiempo, diferenciarnos de otros.
Este enfoque destaca cómo la moda facilita tanto la integración como la distinción social. Las redes sociales, con su amplificación y globalización, crean mensajes que se convierten en un lenguaje visual inmediato. Los usuarios constantemente comunican algo sobre sí mismos con cada outfit, selfie o story. Y tal como decía Simmel: esa comunicación cumple el doble rol de decir "soy parte de" y "mírenme, soy distinto".
Pero, ¿de quién nos distinguimos? ¿De qué grupo social queremos formar parte?
El pasado del lujo silencioso
El lujo silencioso nació como concepto con Phoebe Philo durante su etapa en Céline. En 2008, mientras muchos países occidentales atravesaban una de las últimas grandes crisis, Phoebe trajo el minimalismo de los 90s y lo aupó hasta convertirlo en el bastión del buen gusto, la esencia, y la mujer cosmopolita. La constricción como norma imperó dentro de los armarios de las mujeres que más poder de adquisición tenían.
Pero, este lujo silencioso también se ha inspirado en una estética colonial. Colores como el beige y los neutros son los reyes de la fiesta, evocándonos a un estatus que hablaba de una identidad de poder, elegancia y gusto que venían de culturas más desarrolladas, más civilizadas, más intelectuales: unas culturas “mejores”.


En el metro ya no miramos a la gente, miramos el móvil. Ya no vamos a la tienda de barrio, pedimos por internet. Ya no vamos a nuestro restaurante de confianza a por comida para llevar, Glovo nos la trae a casa. Y dentro de esta individualización del ser humano, de ese aislamiento, la moda toma una corriente totalmente contraria y se vuelve homogénea, como un uniforme global donde la identidad queda desdibujada completamente. Porque la vida real, las inspiraciones de la calle que antes tanta fuerza tenían en nuestro propio estilo, cada vez son menores.
Quizá, lo que todos pretendamos conseguir con este uniforme, no sea más que el poder reflejar un estatus del que, la mayoría carecemos. Cuando marcas como Primark replican (en la superficie) esta estética minimalista que “desprende” calidad, pero las prendas están hechas en masa, sin el detalle de los cortes o con calidades como el poliéster, la idea primaria de vestir con este estilo cae en saco roto, y nos demuestra cómo el aparentar formar parte de un grupo social de élite (el clásico sentido de las clases) no te hace formar parte de ella. Aunque… en la foto de Instagram queda bien, ¿verdad?
En un mundo en el que cada vez estamos más desconectados los unos de los otros, resulta que, al igual que en el pasado, hoy seguimos queriendo formar parte del colectivo que está en la cúspide, homogeneizando nuestro estilo para convertirnos en copias baratas de este “poder”.
Recupero una imagen de Iris Apfel, quien (creo) representa perfectamente la expresión de la identidad en su máximo exponente y nos recuerda que, la diversión y experimentación con nuestro armario, es algo que nunca se nos debería olvidar.
Siempre con amor, hasta la próxima newsletter.
«Soy tan cool, date cuenta lo poco que me importa (no)», pero también, «Soy tan cool, date cuenta de que puedo llevar cualquier cosa porque “moda”.»
Muy on point 💞
Una constante en la masa: "sé tú mismo" pero no demasiado. Como persona introvertida y con tendencia a desconectar de lo que me rodea, hace tiempo que quiero hacer un alzamiento a la silencio y al individualismo con el fin de poder conectar de verdad. Siempre he recibido comentarios por mi forma de vestir: cuando me siento vacía y exploto mi creatividad por puro aburrimiento estoy siendo "demasiado excéntrica", mientras que cuando estoy en calma y me siento más cómoda en la neutralidad "algo malo me pasa". Precisamente ese centro que a veces puede ser caótico o tranquilo, me dio la serenidad para verte entre cientos de personas en una monótona oficina, e inspirarme cada día <3